Nacer en domingo

Los domingos siempre se vuelven perezosos. Realmente uno quiere madrugar, dar una vuelta por el mercado (Rastro, Fontán, llámese como quiera en cualquier lugar), comprar el periódico, tomar el vermuth, esas cosas que hace todo el mundo, supuestamente... Pero sucede que mis domingos no son los de cualquiera porque me levanto deseando saber qué pasará a continuación en el libro que estoy leyendo, con la urgencia del cerebro por asimilar más y más... para luego postear, para luego comentar, para luego sentirme horriblemente más sabia (o quizás no).

Ay, desaría ser cerilla y consumirme un domingo más y no tratar de explicar con palabras lo que ni siquiera mi mente entiende. Ay, domingos, domingos. Yo nací un domingo y pensaba sólo por ignorante supersitición que eso me lo haría más fácil pero no, nada como lo hubiera imaginado: Los Domingos son los de siempre, aburridos, tristes, solitarios, ansiosos, fugaces, alternativos, lejanos, huraños... déspotas domingos ¡dejadme vivir en paz!

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